Monday, July 27, 2015

Mijaíl Kasianov: 'Vladimir Putin se ha vuelto impredecible para que todo siga igual'

XAVIER COLÁS

Cuando Vladimir Putin ganó sus primeras elecciones presidenciales en el año 2000 nombró a un primer ministro que desentonaba en la elite de entonces. De perfil técnico y con buen dominio del inglés, Mijail Kasianov, se había ganado los galones negociando con los acreedores occidentales al borde del abismo del impago. Fue el encargado de desmontar los penúltimos andamiajes de la economía estatalista en Rusia: los últimos siguen en pie. 

Su destitución en 2004 como primer ministro truncó las reformas que tenía en su agenda y Rusia viró, según denuncia, hacia un «estado autoritario» y una política inmovilista. Kasianov, el primer ángel caído de Putin volvió a volar a finales de la década pasada reencarnado en opositor, pero la ingeniería judicial del poder ruso le ha impedido hasta la fecha presentarse a presidente o a diputado. 


Él ha perdido oportunidades, pero otros han perdido la vida: Kasianov recibe a Crónica en el despacho contiguo al que ocupaba Boris Nemtsov, con el que compartía liderazgo del partido Parnas hasta que fue asesinado en febrero de este año. Ahora Kasianov lidera en solitario a los suyos por esta travesía en el desierto. 

Sabe que está en el punto de mira, pero las amenazas no le han impedido forjar alianzas con las principales caras de la dispersa oposición rusa: el próximo asalto son las legislativas del año que viene, donde la crisis y el bajo precio del petróleo pueden pasar factura al gobierno. Lo siguiente, tal vez, el Kremlin: "No tengo ambiciones presidenciales, pero si mi partido me lo pide estoy dispuesto a llevarlo a cabo".

El mundo lleva dos años pendientes de los movimientos del Kremlin. Usted fue el primer jefe de gobierno que nombró Vladimir Putin. ¿Cómo es el proceso de toma de decisiones del presidente ruso?
Son dos Putin distintos, el de entonces y el de ahora. Completamente. En mi época, cuando era primer ministro, el país se gobernaba de una manera diferente. El gobierno era independiente y hacíamos las reformas que queríamos con el apoyo de la población. Ahora hay una estructura totalmente centralizada. Es un régimen autoritario. No hay un gobierno donde se discutan las cosas: los ministros son sólo ayudantes de Putin, no funcionan como un equipo. Las decisiones las toma Putin sin consultar. Y si consulta lo hace con gente de su entorno más íntimo, sobre todo de las filas del antiguo KGB.
¿Está la oposición bajo más presión que hace un año?
Nos siguen presentando como una «quinta columna» y unos traidores al país. El asunto más sensible es la posición de mi partido y la mía personal sobre Ucrania y la anexión de Crimea. Les tiene muy enfadados.
¿Cómo es ese acoso?
Crean historias y lanzan acusaciones criminales contra nuestros activistas en las regiones.
Boris Nemtsov compartía con usted el liderazgo de su partido. En febrero fue asesinado. ¿Quién cree que dio la orden de matarlo?
Eso lo sabremos tarde o temprano. Tal vez no con las actuales autoridades, pero sí podremos investigarlo correctamente algún día. Ahora parece que no hay intención de encontrar a quien lo ordenó.
Pero hay algunas pistas
Los indicios apuntan hacia Chechenia. Y las autoridades federales no son capaces de llevar a cabo una investigación en condiciones allí.
¿Usted está en el punto de mira?
Recibo amenazas todos los días.
Han pasado cinco meses desde que mataron a Nemtsov. ¿Ha cambiado algo en la sociedad rusa?
Hubo una oleada, sobre todo en Moscú y en otras ciudades grandes, de gente sintiendo la necesidad de unirse. La gente más formada está dispuesta. Pero la presión sobre nosotros y el propio asesinato de Nemtsov ha generado miedo. La gente teme identificarse abiertamente como activista opositor.
Fuera de Rusia mucha gente se pregunta por qué hay una oposición fuera del Parlamento y otra dentro.
En Rusia no hay oposición dentro del Parlamento.
¿Cómo describiría entonces al Partido Comunista Ruso?
Fueron independientes en su día. Pero ya no lo son. Hacen lo que Putin les dice. Se les permite criticar la política económica del Gobierno, pero tienen la misma visión que Putin: comunista, totalitaria, estilo KGB. A cambio logran una amplia financiación y seguir siendo la principal fuerza opositora.
Pero Putin sigue siendo muy popular.
Porque es un populista que dice cosas contradictorias según hable para el exterior y la gente de las grandes ciudades o para las regiones. En Rusia la mayor parte de la gente, o al menos más del 50%, tiene como única fuente de información la televisión nacional, que es propaganda pura y dura. De esta manera Putin tiene un 50% asegurado. Y luego hay gente entrando y saliendo de esa mayoría. Por eso si mira usted las encuestas verá que sólo un 53% votaría ahora mismo por Putin: los mismos que en 2012. No ha aumentado su apoyo. Pero sí, es popular gracias a [la anexión de] Crimea. Ésa si que fue una jugada muy bien calculada. Incluso algunas personas que considero que son nuestros seguidores, gente que no ha votado a Putin y no le votará jamas, dicen que un día Putin desaparecerá y Crimea seguirá siendo nuestra. No lo dicen abiertamente, porque son gente formada y saben que hay unas normas internacionales. Pero el sentimiento general es ése. Por eso cuando preguntan si les gusta Putin dicen "¡sí!".
En España Putin es popular entre la izquierda más radical y también en la extrema derecha.
Claro. Y en Francia. Y en Grecia. Es por su populismo, una herramienta que la extrema izquierda y la ultraderecha usan cada una en su esfera. Se comporta como un líder fuerte: en lugar de tener normas democráticas intocables con resultados impredecibles, sigue la práctica de tener siempre resultados predecibles siendo él impredecible para que nada cambie.
Dígame el mayor error de Occidente a la hora de tratar con Vladimir Putin.
Pensar que Putin representa a toda la sociedad rusa y que los rusos quieren vivir en una democracia gestionada por él.
¿Ha sido una serie de errores?
Sí. Cuando (la guerra de 2008 con) Georgia, Occidente cerró los ojos. Y tres meses después Rusia no cumplió ni un solo punto de aquel plan de paz.
¿Cree que se cumplirá el acuerdo de paz de Minsk para Ucrania?
Mi impresión es que las autoridades rusas no quieren cumplir el acuerdo y entregar el control de la frontera a autoridades internacionales o ucranianas: y éste es el punto crucial de toda la historia. Putin desea mantener este conflicto congelado y condicionar la vida económica y social. Pretende legitimar a esos rebeldes y después negociar más cosas: eso es inaceptable para las autoridades ucranianas. Me gustaría pensar que se recuperará el control de la frontera, pero no creo que ocurra: a finales de año seguiremos igual. La estrategia de Putin es hacer que todo el mundo al final se canse de este conflicto. Y hacer que la gente en Europa cierre los ojos y así quedarse con la riqueza de ese territorio.
Pero las partes han firmado un acuerdo de paz.
Ése fue el error de Minsk 2, cuando se puso en orden las cosas que había que cumplir. Porque eso da a Putin la oportunidad de tener una excusa siempre para no cumplir, diciendo que Ucrania no está haciendo su parte.
¿Usted sancionaría a Rusia?
Las sanciones tienen justificación todas. Las individuales son procedentes porque hablamos de personas que han dañado la seguridad europea. Han de ser castigados, pero aquí en Rusia no lo serán porque están bajo la protección de Putin. Las sanciones les están quitando privilegios, como visitar la Unión Europea y usarla para su beneficio, nada más. Las sanciones sectoriales van contra esos resortes que están en manos de Putin, como las compañías estatales. Le dan a Putin fondos para continuar con su política agresiva contra Ucrania, así que hay una conexión directa.
¿A quién dañan las sanciones?
Putin, en lugar de cambiar su política, está traspasando esta carga al pueblo de Rusia. Y, a través de su propaganda, está pintando a Occidente como el culpable de toda la realidad rusa. Todos los problemas económicos vienen en realidad de la política autoritaria: no ha habido ni una reforma en 10 años. Pero Rusia necesita reformas dramáticamente, y la caída de los precios del petróleo lo ha demostrado.
¿Por qué está su partido fuera del parlamento?
En las últimas elecciones, en 2011, no logramos registrarnos para participar. El equipo de Putin no quiso que nos inscribiésemos. Inventaron historias, como que los avales o las firmas no eran correctos. Y por eso nos dirigimos al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. En 2012 ganamos el caso y nos inscribieron. Hemos participado desde entonces en elecciones regionales, donde hemos conseguido unos cuantos representantes pese a los pucherazos y la presión a la que se nos somete. El año que viene hay elecciones (legislativas) y las estamos preparando.
¿Qué resultado espera?
Sin propaganda hasta un 18%. En dos años podemos tener un 30%. Pero ya veremos. ¡A lo mejor nos dejan fuera! Nuestra actitud es estar preparados para cualquier escenario. Pasó el año pasado: nos dejaron fuera de los comicios de Moscú, porque estaba en marcha la guerra en Ucrania y no se podían permitir a gente criticando.
Jodorkovski, tras ser liberado en 2013, vuelve al escenario político. Y el bloguero Alexei Navalny es otra figura emergente. ¿Los integraría?
Jodorkovski no quiere formar parte del partido, porque vive fuera. Y es razonable. Alexei Navalny tiene su propia formación política, aunque no esté registrada. En el futuro uniremos nuestros partidos, de momento funcionamos como coalición. Hay que preparar las elecciones. Después haremos un congreso.
¿Cree posible a corto o medio plazo el regreso de Jodorkovski?
No. Con este régimen no es realista. Le dejarán entrar pero no salir. Por eso no quiere volver por Moscú.
¿Rusia va bien?
Ni inversores extranjeros ni rusos confían en Putin. La única fuente de crecimiento económico es imprimir dinero, al estilo de los gobiernos izquierdistas. No es algo que Putin quiera, pero el otro modelo necesita confianza dentro del sector privado. Y no existe. Por eso debería decidir. El año que viene, con las elecciones a la Duma, puede ser un punto de inflexión. Puede haber una relajación del ambiente político para compartir la responsabilidad con la oposición, porque ahora estamos en una situación muy fácil: Putin es responsable de todas las cosas. Y la gente en Rusia no va a tragar para siempre con que EEUU tiene la culpa de todo lo malo.
Difícil imaginar la caída de Putin.
Su situación es estable. La vertical de poder es muy sólida.
¿Ha visto alguna grieta?
Algunas, como Ramzan Kadirov [presidente de Chechenia] que se presenta ante los servicios secretos rusos diciendo que él también es otra autoridad al margen de Putin. Demuestra que el sistema no es tan estable. Otra grieta es la economía, que lleva un año sin funcionar.
Con permiso del petróleo.
No hay crecimiento, pero la salud financiera del Estado es bastante buena. Y hay recursos, pero sólo durarán un año más. No hay indicios de que el precio del petróleo vaya a subir, aunque es algo sobre lo que Putin sueña. Lo dijo al país el año pasado: el precio del petróleo ha bajado y tenemos problemas. ¿Y sabe cómo dijo que iba a afrontar esos problemas? Siendo todos pacientes y esperar hasta que vuelvan a subir. ¡Ése es su liderazgo!
Los rusos prefieren estabilidad a libertad. ¿Estoy diciendo un tópico?
Los rusos quieren tener las dos cosas. Pero los rusos nunca han tenido libertad real: sólo acaban de empezar a experimentar esa sensación. Por eso la gente entre 25 y 45 es la que más apoya a la oposición. Esta gente que ha percibido esa sensación y que puede construir un futuro para su familia más allá de que el régimen les dé de comer.
No es un sentimiento extendido.
Por eso no tenemos esas grandes manifestaciones que tuvieron en Madrid después de los atentados terroristas. Porque tienen ustedes una sociedad civil consolidada.
Entonces es cuestión de tiempo. ¿O simplemente Rusia es diferente?
Rusia es diferente pero no significa que no pueda ser un país democrático. Aquí hemos votado una constitución. Y la responsabilidad del Gobierno es dar a la gente la posibilidad de ejercer sus derechos. Putin ha cercenado eso.
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